Empecemos por hacer la distinción entre relato e historia: historia –argumento del film, qué se cuenta– y relato –la manera en que se cuenta esa historia, cómo se cuenta–.
¿Qué elementos necesitamos para poder narrar? La narración clásica como modelo de representación y, también, como un modo de producción. Que se toma como herramienta la -enunciación- y este es un proceso de producción del discurso, que implica:
- Un sujeto enunciador,
- Un enunciado y
- Un destinatario de ese enunciado o enunciatario
En el cine podemos ver formas narrativas y las distintas formas de construcción espacial y temporal. La subjetividad en el lenguaje, se centra en quién narra y desde dónde se narra.
En lingüística, se habla de deixis. Los deícticos son las marcas del sujeto enunciador en el discurso. Son los pronombres, los indicadores de espacio y tiempo, es decir, todas las marcas que, en un discurso, remiten a las condiciones de producción de ese discurso.
Porque, en el pasaje del discurso verbal al cine, el análisis se hace más complejo. En el cine tenemos varias materias de expresión: Tenemos un relato verbal (diálogos de los personajes); pero, también tenemos las imágenes, un relato audiovisual. Entonces... ¿Quién narra la historia? ¿El director? ¿El guionista? ¿Quién habla? ¿El actor? ¿El personaje? ¿Cómo se realiza la transición del relato escrito a la narración audiovisual? ¿Siempre hay un relato escrito previo?
El film es un enunciado que se presenta como discurso; es decir, que está producido por una instancia meganarradora o gran imaginador (otros autores también lo llaman narrador implícito), que manipula el conjunto de la red audiovisual y que habla cine mediante imágenes y sonidos, por encima de cualquier otro narrador.
El enunciado fílmico se dirige al espectador; pero, no a cada uno de nosotros como individuos de carne y hueso sino al espectador como figura, espacio virtual, lugar abstracto que representa al destinatario de un discurso.
No hay relato sin una instancia productora; esto es, no hay historias que se cuentan solas. Todo relato implica una construcción.
Lo que ocurre es que la presencia de esta instancia meganarradora productora del discurso, puede ser más o menos explícita, puede detectarse muy fácilmente como la responsable del relato o, por el contrario, ocultarse y disimularse para dar la impresión de una historia que se cuenta sola.
Si se privilegia la historia, se pretende ocultar esta instancia productora del discurso. Es lo que ocurre con el modelo clásico, que busca borrar toda huella del sujeto enunciador para dar al espectador la sensación de que vive la historia que está desplegándose ante sus ojos. Por eso, se habla de transparencia y de espectador mirón, observador invisible, testigo ideal, pues nada se interpone entre el espectador y la historia; parece que nadie construye esas imágenes.
Si se privilegia el relato, vamos a tener conciencia de que hay una construcción de la historia y, por lo tanto, el acento recae sobre la forma de contar.
Rayza Carral Ortega
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